Hace unas semanas, a un pobre ruso le sacaron una rama de abeto de su pulmón, tal y como recogía 20minutos junto a una apetitosa foto. ¿A alguien más le recuerda a aquella maravillosa novela del gran Boris Vian titulada La espuma de los días? Ya saben, aquella absurda historia en la que a la bella Chloé le crecía un nenúfar en el pulmón que se combatía llevándole flores a su cuarto. Ésa en la que la casa iba encongiendo y envejeciendo a medida que crecía la malvada planta. Sí, hombre, la del culto desaforado a un tal Jean-Sol Partre que tenía a bien mostrar su vómito en las conferencias. Y esa Iglesia ávida en la que hasta el cristo reclamaba más dinero a los responsables de las ceremonias. Esa novela, en fin, que comenzaba liviana y superficial y, sin cambiar de tono, te acababa helando el corazón.
29 abril 2009
25 abril 2009
Revolución
Por alguna razón, la gente tiende a pensar que las injusticias, como la sabiduría, es algo que está lejos: en África, en América; como mínimo en el pueblo de al lado o en otro barrio de la ciudad. Por tanto, para combatir la injusticia hay que irse a educar a los pobres indios de Iberoamérica, a llevar comida a los negritos en el corazón de África, a poner paneles solares para que los nepalíes se duchen con agua caliente.
Parece que la cosa está siempre en la disyuntiva o no hacer nada o enrolarse en una ONG. O eres un maldito egoísta o socorres a los más necesitados. No voy a despreciar las loables acciones de la gente que gasta su tiempo y dinero en ayudar a los demás. Sin embargo, ésa no es la única forma de cambiar el mundo. De hecho, no estoy seguro de que sea una forma de cambiar el mundo, sino sólo (nada menos) pequeños parches en una sociedad enferma a muchos niveles. Para mejorar realmente hay que hacer una revolución desde abajo. Hay que combatir las injusticias desde el día a día. Hay que ser radicalmente bueno.
La verdad, no sé si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Lo que sí sé es que los hombres malos han tomado las riendas de nuestra sociedad y nos han convencido de que para ascender hay que ser un hijoputa. Rebélate contra esa idea. Sé bueno con los que te rodean, derrocha comprensión y justicia hacia los que tienes bajo tu poder, no dejes que el cabrón de tu jefe se salga con la suya. Triunfa sin hacer concesiones al lado oscuro. Y si alguien te echa en cara no ayudar al mundo, confiésale que eres un infiltrado, que perteneces a un grupo secreto que está instaurando el bien desde dentro.
Todo empieza en algún punto
Everything starts somewhere, although many physicists disagree.
Terry Pratchett en Hogfather.
Si algo está empezando, tal vez empiece aquí.