A lo largo de los años hay algunas decisiones importantes que adoptar. Una de ellas es qué género de vida queremos llevar. Últimamente estaba tomándome la mía demasiado en serio y la cosa empezaba a parecerse peligrosamente a un drama. Afortunadamente, he recordado que la mejor fórmula para combatir la cruel indiferencia y el absurdo cósmicos es quitarle la s y tomárselo a risa. Si no soy cristiano no hace ninguna falta vivir en un valle de lágrimas.
Me gustaría pensar que es una comedia romántica en la que al final me caso con la chica, pero tampoco voy a hacerle ascos a unos toques de humor negro. Ni, si toca pasar humillaciones, renunciar al patetismo. O a alargar situaciones hasta provocar risitas incómodas. Al fin y al cabo, el humor es una de las formas más lúcidas de seguir cuerdo. La muerte es una calavera eternamente sonriente.
Y si resulta ser una tragicomedia, siempre queda el alivio cómico de Madrid.