Ciertas teorías plantean que, cada vez que tomamos una decisión, el universo se desdobla y otros yoes siguen vidas paralelas, realizando todas las posiblidades que en estas cuatro dimensiones descartamos. Si fuéramos capaces de unir todas estas consciencias, tendríamos una vida plena, en el sentido más literal, experimentando todas las bifurcaciones posibles.
Algunas personas creen que así encontrarían la felicidad, sin remordimientos, ni arrepentimientos, ni dudas sobre posibles presentes alternativos. A mí me cuesta. Principalmente, porque tengo la intuición de que aun en infinitos mundos siempre tomaría la decisión equivocada, o acabaría encontrando la forma de cagarla. Ser completamente consciente de ello resultaría abrumador: uno de los pocos consuelos que tenemos en esta vida es creer que tomando otros caminos nuestra vida habría sido distinta. Mejor. Si la hubiera besado aquella noche, si le hubiera mandado a la mierda, si hubiera subido a aquel tren, si nunca hubiera tomado este avión...
Imaginamos otras realidades para evadirnos de la nuestra y nos torturamos creyéndolas más atractivas, aunque no tengamos ninguna garantía de que realmente el resultado fuera ése. Nos causa dolor, pero también nos ayuda a querer transformar nuestra realidad para acercarla a la deseada. Porque una vida perfecta como combinación de otras, o por simple estadística, no tiene ningún mérito. Debemos construirla aquí y ahora, con todas las limitaciones espacio-temporales. Hay otros mundos, pero están en éste*.
Conocer todo, vivir todo... ¡qué aburrimiento! Como la mortalidad en la obra de Tolkien, la ignorancia es nuestro don tanto como nuestra maldición. La única felicidad pura es la de la inocencia. Después mordemos el fruto prohibido, abrimos la caja de Pandora y comenzamos a descubrir la vida. Vivimos en la paradoja de querer saber, aunque duela: saber no nos hace felices, pero no podemos renunciar a ello; nos puede la necesidad de averiguar. Crecer consiste en ir aprendiendo imperfecciones. Ser feliz, en saber que no importan.
Así, a base de ignorancia y curiosidad, vamos creando mundos nuevos.
*Parece que la versión original es en singular: Il y a un autre monde mais il est dans celui-ci. Ni idea de quién decidió pluralizarlo.