18 noviembre 2015

Le Déserteur y monsieur Faber

En estos días inciertos en los que tanto miramos a Francia no puedo evitar acordarme de mi buen amigo Boris Vian. Ingeniero, trompetista de jazz, compositor y escritor francés de inagotable humor por el que apenas pasan los años. Lo mismo se codeaba con Miles Davis que hacía una versión musical del código de circulación o escribía una novela como La espuma de los días.

En 1954, año en que Francia termina la guerra de Indochina (1945-54) y comienza la de Argelia (1954-62), Boris Vian escribe una canción antibelicista titulada Le Déserteur (El desertor). Interpretada por Mouloudji, la canción tiene relativamente buena acogida entre el público. Sin embargo, en enero de 1955, un gris funcionario llamado Paul Faber la escucha en la radio y se siente tan ofendido que pide su retirada. Le Déserteur sería censurada en la radio por "antipatriotismo" hasta 1962, tras la guerra de Argelia y muerto Vian. En respuesta, Boris Vian envió una maravillosa carta abierta a France-Dimanche que sólo fue publicada tras su muerte temprana.

Para quien ande flojo en francés, la canción viene a decir algo así:

Señor presidente:
Le escribo una carta
que tal vez leerá
si tiene tiempo.
Acabo de recibir
mis papeles militares
para ir a la guerra
antes de la tarde del miércoles.
Señor presidente,
no quiero hacerla,
no estoy en la tierra
para matar desgraciados.
No es para enfadarle,
debo decírselo,
mi decisión está tomada,
voy a desertar.

Desde que nací,
he visto morir a mi padre,
he visto partir a mis hermanos
y llorar a mis hijos.
Mi madre ha sufrido tanto
que está en su tumba
y pasa de las bombas
y pasa de los gusanos1.
Cuando estaba prisionero,
me robaron a mi mujer,
me robaron mi alma,
y todo mi preciado pasado.

Mañana de madrugada
cerraré mi puerta
en las narices de los años muertos,
iré por los caminos.
Mendigaré mi vida
por los caminos de Francia
de Bretaña a Provenza
y gritaré a la gente:
"Negaos a obedecer,
negaos a hacerla,
no vayais a la guerra,
negaos a partir."

Si hace falta dar su sangre,
dé usted la suya,
es usted buen santo2,
señor presidente.
Si usted me persigue,
prevenga a sus gendarmes
de que no tengo armas
y podrán disparar3.


  1. "elle se moque des bombes et se moque des vers" bien podría ser también "se burla de las bombas y los gusanos". Incluso en vez de gusanos podrían ser "los versos", oponiendo bombas y literatura. Qué difícil es esto de traducir. 
  2. "vous êtes bon apôtre", literalmente "es buen apóstol", expresión irónica para quien se esfuerza en parecer bueno, pero del que no conviene fiarse. 
  3. Hay una variante menos pacifista de las dos últimas líneas en la que decía lo contrario: "Que j'emporte des armes / Et que je sais tirer"; o sea, "que llevo armas y sé disparar". Parece ser que esta era la versión inicial de Boris Vian y fue Mouloudji quien le convenció de suavizar el tono, más acorde con el resto de la canción. 

No he encontrado versión traducida de su carta abierta al señor Faber, así que me arremango la camiseta y me tiro a la piscina con este intento. Disculpen sus muchos fallos.

Estimado señor:

Ha tenido usted a bien atraer los rayos del candelero de la actualidad sobre una canción muy sencilla y sin pretensión, Le Déserteur, que usted ha oído en la radio y de la que yo soy autor. Ha creído usted necesario fingir que se trataba de un insulto a los antiguos combatientes de todas las guerras pasadas, presentes y futuras.

Ha pedido usted al prefecto de Seine que esta canción no se emita más en las ondas. Esto confirma a quien quiera oírlo la existencia de la censura en la radio y es un detalle útil de conocer.

Lamento decírselo, pero esta canción ha sido aplaudida por miles de espectadores, especialmente en el Olympia (3 semanas) y el Bobina (15 días) desde que Mouloudji la canta. A algunos, lo sé, les ha parecido ofensiva: eran muy pocos y temo que no la hayan comprendido. He aquí algunas explicaciones para ellos.

De las dos cosas, la primera: antiguo combatiente, ¿combate por la paz o por placer? Si combatiese por la paz, lo que me atrevo a esperar, no se tire sobre alguien que está de su lado y responda a la siguiente pregunta: ¿si no atacamos la guerra durante la paz, cuándo tendremos el derecho de atacarla? ¿O tal vez amara usted la guerra y combatiese por placer? Es una suposición que ni siquiera me permitiría hacer, pues, por mi parte, no soy de tipo agresivo. Así, esta canción que combate aquello contra lo que usted ha combatido, no intente, jugando con las palabras, hacerla pasar por lo que no es: no es juego limpio1.

Pues hay buenas guerras y malas guerras, aunque el acercamiento de “buena” y “guerra” tienda a chocarme, a mí y a muchos otros, de primeras, como la canción ha podido chocarle de primeras. ¿Llamaría usted una buena guerra a la que se intentó que hicieran los soldados franceses en 1940? Mal armados, mal guiados, mal informados, no teniendo a menudo por defensa más que un fusil en el que ni siquiera entraban los cartuchos que les dábamos (entre otros, esto le ocurrió a mi hermano mayor en mayo de 1940), los soldados de 1940 han dado al mundo una lección de inteligencia rechazando el combate: aquellos que eran capaces de hacerlo lucharon, y muy bien; pero el bello gesto que consiste en hacerse matar por nada no conviene hoy que se mata mecánicamente; ni siquiera tiene valor de símbolo, si podemos considerar que lo haya tenido al imponer al vencedor el respeto del vencido.

Además, morir por la patria está muy bien; aunque no conviene morir todos -¿dónde quedaría la patria?-. No es la tierra: es la gente, la patria (el general De Gaulle no me contradirá en este aspecto, creo). No son los soldados: son los civiles los que se supone que defendemos -y los soldados no tienen mayor prisa que la de volverse civiles, pues eso significa que la guerra ha terminado-.

Por lo demás, si esta canción puede parecer apuntar indirectamente a una cierta categoría de gente, no son seguro los civiles: ¿los antiguos combatientes serían militares? ¿Y podría explicarme lo que usted entiende por antiguo combatiente? ¿“Hombre que lamenta haber sido obligado a tomar las armas para defenderse” u “hombre que añora la época en que se combatía”?2 Si es “hombre que ha mostrado su valor en combate”, toma un tono agresivo. Si es “hombre que ha ganado una guerra”, un poco vanidoso.

Créame… “antiguo combatiente” es una palabra peligrosa; no deberíamos presumir de haber hecho la guerra, deberíamos lamentarlo -un antiguo combatiente está mejor situado que nadie para odiar la guerra-. Casi todos los verdaderos desertores son “antiguos combatientes” que no han tenido la fuerza para ir hasta el final del combate. Y, ¿quién les tirará la piedra? No… si mi canción puede disgustar, no es a un antiguo combatiente, estimado M Faber. No puede hacerlo más que a una cierta categoría de militares de carrera; hasta nueva orden, considero al antiguo combatiente como un civil contento de serlo. Hay militares de carrera que consideran la guerra como una plaga inevitable y se esfuerzan por acortarla. Se equivocan al ser militares, pues es declararse desmotivado por adelantado y admitir que no se puede evitar esta plaga; pero esos militares son hombres honestos. Tontos, pero honestos. Y estos tampoco han podido sentirse señalados. Sépalo, algunos me han felicitado por esta canción. Desgraciadamente, hay otros. Y a esos, si les he ofendido, estoy encantado. Ya les toca. Sí, estimado M Faber, imagínese, algunos militares de carrera consideran que la guerra no tiene otro fin que matar gente. El general Bradiey por ejemplo, cuyas memorias de guerra he traducido, lo dice con todas las letras. Entre nosotros, nueve de cada diez personas tienen ideas falsas sobre este tipo de militar de carrera. La historia tal como nos la enseñan está llena del relato de sus inútiles hazañas y de sus bárbaras demoliciones; preferiría -y somos unos cuantos en ese caso- que se enseñara en las escuelas la vida de Eupalino o el relato de la construcción de Notre-Dame en vez de la vida de César o el relato de las hazañas astutas de Gengis Khan. El bravucón siempre ha sabido forzar al civilizado a interesarse por su interesante persona; donde la atención no nace por sí misma, hace falta exigirla, y nada más fácil cuando se dispone de armas. No se arreglan estos problemas en diez líneas, pero uno de los países más civilizados del mundo, Suiza, los ha resuelto, os lo señalo, creando un ejército de civiles; para cada uno de ellos la guerra tiene un solo significado: defenderse. Esta guerra es la buena guerra. Al menos la única inevitable. La que nos viene impuesta por los hechos.

No, M Faber, no busque el insulto donde no está, y si lo encuentra, sepa que será usted el que lo ha puesto. Digo claramente lo que quiero decir: y nunca he tenido deseo de insultar a los antiguos combatientes de las dos guerras, a los resistentes, entre los que cuento muchos amigos, y a los muertos de la guerra -entre los que cuento a muchos otros-. Cuando insulto (y es algo que se da poco) lo hago con franqueza, créame. Nunca insultaría a hombres como yo, civiles, a los que han puesto un uniforme para poderlos matar como simples objetos, llenándoles la cabeza de consignas vacías y pretextos falaces. Luchar sin saber por qué se lucha es propio de un imbécil y no de un héroe. El héroe es aquel que acepta la muerte cuando sabe que será útil para los valores que defiende. El desertor de mi canción no es más que un hombre que no sabe; ¿y quién se lo explica? No sé de qué guerra es usted antiguo combatiente, pero si ha hecho la primera, reconozca que estaban más dotados para la guerra que para la paz; aquellos que, como yo, cumplieron veinte años en 1940 recibieron un extraño regalo de cumpleaños. No me pongo entre los valientes: postergado por una enfermedad cardiaca, no combatí, no fui deportado, no colaboré. Permanecí, durante cuatro años, un imbécil malnutrido entre tantos. Uno que no comprendía porque, para comprender, hace falta que te expliquen. Tengo treinta y cuatro años hoy en día, y se lo digo: si se trata de caer por azar bajo la escarcha de napalm, peón oscuro en una pelea guiada por intereses políticos, me niego y me voy al maquis. Haré mi propia guerra. El país entero se ha levantado contra la guerra de Indochina cuando ha conseguido saber de qué se trataba, y los jóvenes que se han hecho matar allí porque creían servir para algo -se lo habían dicho-, yo no les insulto, les lloro; entre ellos se encontraban, quién sabe, grandes pintores, grandes músicos y, seguro, personas honestas.

Cuando vemos una guerra terminar en un mes por la voluntad de un hombre que no escatima, en este aspecto, palabras nebulosas y gloriosas, debemos creer, si no lo habíamos comprendido, que esta al menos no era inevitable. Pregunte a los antiguos combatientes de Indochina -a Philippe de Pirey, por ejemplo (Opération Sachis, editorial Julliard)- qué es lo que piensan. No soy yo quien se lo dice -es alguien que vuelve de allí-, pero tal vez usted no lea. Si se contenta con la radio, evidentemente, no anda usted sobrado en información. Como medio de progresión cultural es excelente en teoría, la radio; pero no se usa con demasiado juicio.

Además, podría buscarle las cosquillas. ¿Quién es usted para acusarme así, M Faber? ¿Se considera usted un modelo? ¿Un patrón de referencia? Nada me gustaría más que creerlo -aunque haría falta que le conociera-. Nada me gustaría más que conocernos, pero usted me ataca así, maliciosamente, sin siquiera escucharme (yo hubiera podido explicarle esta canción, puesto que le hace falta un dibujo). Me encantaría tomar ejemplo de usted si reconociera en usted las cualidades admirables que posee, no lo dudo, pero que no son apenas manifiestas hasta ahora, puesto que solo conozco de usted un acto hostil hacia un hombre que intenta ganarse la vida haciendo canciones para otros hombres. Claro que quiero seguir a Faber. Sin embargo, los hombres de mi generación están hartos de lecciones; prefieren sus ejemplos. Hasta ahora me he contentado con gente como Einstein, por no citarle más que a él. Mire lo que escribe sobre los militares Einstein…

“ (...) Este asunto me lleva a hablar de la peor de las creaciones: la de las masas armadas, del régimen militar, que odio; desprecio profundamente a aquel que puede, con placer, marchar en filas y formaciones, tras una música: sólo por error ha recibido un cerebro; una médula espinal le valdría ampliamente. Deberíamos, lo más rápido posible, hacer desaparecer esta vergüenza de la civilización. El heroísmo por petición, las vías de hecho estúpidas, el enojoso espíritu de nacionalismo, cuánto lo odio todo esto: cuánto la guerra me parece inmunda y despreciable. Preferiría dejarme cortar en pedazos que participar en un acto tan miserable. A pesar de todo, tengo tan buena opinión de la humanidad que estoy convencido de que ese fantasma habría desaparecido hace tiempo si el sentido común de los pueblos no fuera sistemáticamente corrompido, por medio de la escuela y la prensa, por los intereses del mundo político y del mundo de los negocios.”

¿Atacaría usted a Einstein, M Faber? Es más peligroso que atacar a Vian, se lo aviso… Y no me diga que Einstein es un idiota: los militares mismos van a pedirle sus recetas, pues reconocen su superioridad (ver el tema atómico). No tienen la aprobación de Einstein, vea; son malos estudiantes; y no es Einstein el responsable de Hiroshima ni del lento envenenamiento del Pacífico. Van a pedirle sus recetas y luego se apresuran a olvidar el manual de instrucciones: las líneas precedentes muestran claramente que no eran para ellos. Usted ha olvidado el manual de instrucciones de mi canción, M Faber: pero no soy rencoroso, estoy dispuesto a cambiarle por Einstein como modelo a seguir si me demuestra que salgo ganando. No compro con los ojos cerrados.

Queda todavía un punto sobre el que no hubiera querido insistir, pues no os hace honor, pero usted ha iniciado públicamente las hostilidades; usted es el agresor.

Autor de escándalo (para aquellos que ignoran las humillaciones raciales), ingeniero renegado, exmúsico de jazz, extodo lo que quiera (véase la prensa de la época), no tengo mucho peso frente al señor Paul Faber, consejero municipal. Soy un objetivo fácil; no arriesga gran cosa. Y ya ve, sin embargo. Lejos de desertar, intento defenderme. Si es así como usted entiende la guerra, evidentemente, ¿es para usted una operación sin riesgo? ¿Pero por qué entonces toda su palabrería? Cualquiera puede presentar una queja sobre cualquiera, incluso si el segundo ha obtenido la aprobación de la mayoría. Es generalmente la minoría gruñona quien protesta, y los jueces le dan generalmente la razón, ya lo sabe: juega usted sobre seguro. Ya ve, ni siquiera estoy seguro de que France-dimanche, a quien la dirijo, publique esta carta: ¿qué me quedará para luchar contra sus calumnias? No luche así, M Faber, y créame: si sé que es cobarde, nunca eludiré a un adversario, incluso mucho más poderoso que yo; puesto que soy yo quien proclama la preeminencia del espíritu sobre la materia y de la inteligencia sobre la brutalidad, me tocará probarlo; y si fracaso, fracasaré sin gloria, como todos los tipos que duermen bajo un metro de tierra y cuya muerte no ha servido realmente para dar a los supervivientes el gusto de la paz. Pero por favor, no finja que cree que cuando yo insulto a esa ignominia que es la guerra, insulto a los desgraciados que son las víctimas: son procedimientos característicos de aquellos que los emplean que consisten en fingir no comprender; y en vez de tomarle por un hipócrita me atrevo a esperar que en realidad usted no había comprendido nada y que la presente disipará felizmente las tinieblas. Y un consejo: si la radio le aburre, gire el botón o regale su aparato; es lo que yo he hecho desde hace seis años; elija lo que le guste, pero deje a la gente cantar, y escuchar lo que les gusta. ¿Era acaso la libertad en general que usted defendía cuando luchaba o la libertad de pensar como M Faber?

Muy cordialmente,

Boris Vian


  1. En el francés original usa la expresión "de bon guerre", utilizada para señalar una acción hábil de un adversario, tal vez dura, pero legítima. A lo largo de la carta, Vian irá jugando con esta expresión hablando de buenas y malas guerras. 
  2. Aquí Vian juega con el doble sentido del verbo "regretter", que significa tanto lamentar como añorar. 

12 enero 2013

Apechugar

Admitámoslo: hoy en día, pretender pasar por una persona decente y declararse del Madrid no es fácil, especialmente por estos mundos de dioses ignotos. En seguida se ve uno en la necesidad de justificarse y empieza a dar más explicaciones de las que parecerían en un principio necesarias. Que si Mourinho esto, que si el juego del Barça aquello, que si la Masía aquesto otro. Y es que, claro, elegir un equipo completamente externo a tu vida es muy fácil, sobre todo en estos tiempos: basta escoger el que mejor juega y el que más gana. Es decir, el Barcelona.

Sin embargo, el equipo de verdad no se elige por criterios racionales —y tan superficiales— una vez alcanzada la mayoría de edad. Normalmente se mama desde la cuna y uno es del mismo equipo que su padre o su madre, difícilmente de ambos si no coinciden. A partir de ahí, toca apechugar, disfrutar de sus victorias, acompañarlo en las derrotas, ir al campo a animar si se tercia, vacilar a los amigos culés o colchoneros durante los partidos y sufrir con deportividad sus chuflas cuando te superan. En cualquier caso, no sería aceptable cambiar de equipo cuando el Rayo baja a Segunda y volverte el mayor fanático cuando hace una campaña decente. Nadie dudaría en calificar a semejante monstruo amoral de chaquetero. Hay que estar a las duras y a las maduras.

La situación del madridista es especialmente delicada. Revelar el corazón blanco parece equivaler a confesarse un derechón, un capitalista entusiasta, un admirador de Florentino Pérez, Mourinho, Cristiano Ronaldo y el resultadismo. Un equipo que en tiempos de la II República cambió la corona real por una franja morada y mantuvo el color en su segunda equipación —quién sabe si por olvido— hasta hace nada. Un equipo que siempre había presumido de deportividad, ahora se ve en manos de esta caterva de impresentables, no tan distintos de los que pueblan numerosos clubes en España y en el extranjero, y de pronto ser del Madrid es como comer niños.

No señor. Somos muchos los que padecemos este comportamiento desde hace tiempo. Yo me consuelo pensando que mi equipo no es el del entrenador, sino el de tipos nobles como Iker Casillas, Xabi Alonso o —incluso, dentro de sus capacidades— Sergio Ramos. En las últimas semanas hemos podido ver que esta postura no es tan limitada en la grada como se podía pensar. El público ha sabido perdonar el mal juego, los malos resultados, pero no que toquen a una institución deportiva y moral como Casillas.

Sin embargo, ¿qué puedo yo hacer? No voy a renunciar a mi equipo y dejarlo en sus manos. Quiero pensar que uno puede ser un seguidor crítico, alguien que sufre, no por las derrotas, sino por la actitud de su club y que muestra su disconformidad dentro de sus posibilidades. Ya vendrán tiempos mejores, espero con cada vez menos esperanza.

Pues con España me pasa un poco lo mismo. No la elegí, no me gusta su estado actual ni la actitud de sus dirigentes, me siento impotente para cambiarla, pero no pienso aceptar que España es así y abandonarla en manos de esta gentuza que nos hacen sentir rabia y vergüenza. Hay que conjugar amor incondicional y crítica, recordarse que los políticos de turno sólo son pasajeros y que el verdadero valor está en sus gentes. Y esperar tiempos mejores para poder volver a decir con orgullo que uno es madridista.

(Nota sobre la coherencia: me fui del país hace más de tres años y cada día veo más partidos del Madrid.)

17 agosto 2012

Democracia impopular

Escribía Antonio Muñoz Molina un (recomendable) artículo en el que desdeña de pasada ciertas propuestas de los partidos de izquierda por populistas. Me extraña, pues parecería lógico que en una democracia, y más un partido de izquierda, se hagan propuestas cercanas al pueblo. Corroboro en el diccionario de la RAE que "populista" es "perteneciente o relativo al pueblo". Sin embargo, a la definición debe faltarle algo, porque de lo contrario es difícil imaginar a todo un Muñoz Molina usando el término como crítica. El María Moliner nos acerca a la resolución del misterio con su acepción de populismo (voz que la RAE, siempre a la última, ni recoge): "Doctrina política que pretende defender los intereses de la gente corriente, a veces demagógicamente."

He ahí el busilis, me digo, el populismo puede ser demagógico. ¿Y qué cosa es la demagogia? Atendiendo al uso cotidiano en los medios, demagogia eres tú. Demagógico es siempre el discurso del político o el tertuliano de la acera —trinchera, más habitualmente en nuestro país— de enfrente, nunca el propio. Pero claro, si el discurso del otro siempre es demagógico, resulta complicado identificar la demagogia.

Así que vuelvo al DRAE, que me explica: "Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder". Como antes no parecía muy puesto en el tema, le pregunto también a la señora Moliner, por si acaso: "Práctica política, que puede manifestarse, por ejemplo, en un discurso, que tiene como fin predominante agradar o exaltar a las masas, generalmente con medios poco lícitos".

Queda claro que la demagogia y el populismo tienen algo en común: ambos buscan contentar al pueblo. Sucede que la demagogia se usa para conseguir poder y/o empleando medios ilícitos. ¿Cuáles? La Wikipedia da una buena lista: falacias, manipulación del lenguaje y de los números, ocultación de información...

¿Qué extraño prodigio ha hecho que se equipare "defender los intereses de la gente corriente" a "mentir y manipular para agradar a la masa y así tocar poder"? ¿Por qué cualquier discurso que agrade al pueblo es tachado de demagógico o, lo que parece ser lo mismo, de populista?

La respuesta que ofrezco es de paradójica belleza: la contaminación del término "populista" por la demagogia se debe a una hábil manipulación del discurso demagógico predominante. Así, con un silogismo de lo más simplista, el discurso que busca dar satisfacción a los intereses populares es demagógico. A través de falacias nos han retorcido una vez más el lenguaje que utilizamos hasta volverlo tóxico, dejándolo inservible. Le han dado la vuelta a la situación, de forma que, si enardece a la masa, no puede ser bueno.

Entronca esto con otra idea fuertemente enraizada que quiere que lo popular sea malo. La masa es estúpida, ergo cualquier cosa que guste a la masa es estúpida. ¿Una novela, una película, una canción tienen éxito? Los críticos se apresuran a despreciarlo como infracultura, como un mero producto de consumo rápido fabricado en no se sabe qué insalubre cadena de montaje, mientras alaban lo sublime de un oscuro artista solamente conocido en ciertos círculos iniciados. Se establece por tanto una distinción entre la cultura del pueblo y la auténtica Cultura con denominación de origen certificada.

Al mismo tiempo, el arte —o la industria cultural— se ha ido alejando del popularismo para mirarse en el espejo de esa clase media a la que todos pertenecemos como iguales, aunque algunos siempre sean más iguales que otros, aunque siempre nos falte un poco, sólo un poquito más, para tener todo lo que tiene el vecino. El pueblo llano, mientras, cada vez más plano, cada vez más cerca del fondo, no da más que para ser exhibido como un fenómeno de feria en programas de televisión conducidos por intrépidos reporteros que dan testimonio de la vida en una corrala como si de un paisaje exótico poblado por fabulosas criaturas se tratase.

En este clima, no es de recibo que los gobernantes o aspirantes hagan propuestas que interesen al pueblo. ¿Regular los mercados financieros, banca al servicio de los ciudadanos? Populismo puro y duro. ¿Quiere subir las pensiones, el salario mínimo? Ay, pillín, es usted un populista que sólo quiere ganarse el voto. ¡A quién se le ocurre buscar el voto del pueblo con medidas que lo atraigan! Nosotros estamos por encima de esas pequeñeces, somos gente seria, esto es una de-mo-cra-cia. ¿Gobierno del pueblo? No me venga con etimologías.

Democracia es la sacrosanta Constitución, democracia es la reconciliación que generosamente nos han regalado nuestros padres. Nos han vaciado el significado, dejando sólo el armazón, un hueco ritual con las urnas, una liturgia en la que se comulga cada cuatro años. Hasta te dan la hostia.

El ciudadano de nuestra democracia, visto desde la órbita del poder, es en realidad un menor de edad que no sabe distinguir sus intereses de sus más bajas pasiones, un subnormal al que no se le puede explicar el programa porque no tiene altura de miras suficiente. Que es que vamos cegados a por lo nuestro, que si dignidad y pan y trabajo y casa y educación y sanidad, sin pensar que ahí fuera hay un gran terrateniente que prefiere comprarse otro purasangre a invertir en su campo, un inversor que se está jugando buena parte de su fortuna en el casino de la especulación, una multinacional que necesita seguir aumentando sus beneficios, un banquero (des)cuadrando un balance, un servidor público llevándoselo crudo a las islas Caimán, gente importante que lleva las riendas de la economía —cuánta demagogia. Menos mal que tenemos a la clase política y los medios de masas para defendernos de nuestros mezquinos intereses.

23 febrero 2012

Crisis

Saber los nombres de las cosas no significa saber lo que son
(Richard Feynman)

Quizás por mi afición a la lengua y la escritura —o sea, por simple voluntarismo— tiendo a alinearme con quienes defienden la capacidad ordenadora y creadora del lenguaje sobre la realidad. Es una tradición que se me antoja muy británica desde que la descubrí aterrorizado de pequeño en George Orwell y ya más joven leí a Terry Pratchett llevarla a las más altas cotas de diversión (1). Luego, claro, es un tema de discusión filosófica muy vivo a lo largo del siglo XX, pero son libros con una trama mucho menos entretenida.

Recordemos brevemente que en 1984 el Partido crea un nuevo lenguaje (newspeak) basado en el empobrecimiento progresivo del inglés (oldspeak) para controlar el pensamiento y asegurarse la obediencia y lealtad de sus queridos ciudadanos. Al mismo tiempo, disparan a la línea de flotación de la lógica con eslóganes del tipo "war is peace" —el doublethink permite asumir sin empacho que una cosa y su contrario son ciertas— y reescriben continuamente la historia para mostrar que esto siempre ha sido así. Especialmente didáctico es el interrogatorio a Winston en el que le explican claramente que cierto es lo que dice el Partido (el famoso "2+2=5").

En el multiverso del Mundodisco, el pensamiento y la palabra tienen literalmente poder creador, con erótico descacharrante resultado. Los dioses existen porque sus fieles creen en ellos, una nueva criatura puede aparecer con que a alguien se le ocurra nombrarla y es necesario aprender de pequeño a creer las pequeñas mentiras para ser capaz de mayor de creerse las grandes: Justicia, Deber, Misericordia —¿Amor?—.

Del mismo modo, creo que nuestra realidad puede crearse y destruirse con palabras. No defiendo en ningún momento la idea de legislar el pensamiento de la gente desde las definiciones del diccionario, añadiendo o quitando acepciones. El idioma es una herramienta común, flexible, de consenso en continua transformación y no se puede dictar. Los lexicógrafos se limitan a estudiar el idioma, no a inventárselo, como un botánico clasifica y describe las plantas que encuentra (en el caso de la RAE, probablemente las observa pinchadas con un alfiler a la luz de una vela y anota los resultados en un pergamino). Quienes creen que una asociación de ideas desaparece exigiendo a la autoridad de turno que borre la acepción recogida —el propio verbo "recoger" lo indica— pretenden proteger la cosecha de un bicho quitándolo de la taxonomía. Es el problema con los eufemismos, que un subsahariano levanta las mismas reticencias que un negro, y un lisiado difícilmente echará a correr llamándole minusválido.

Sin embargo, igual que la realidad moldea nuestra lengua, pues nombramos aquello que existe, también moldeamos la realidad al hablar, pues, como decía Machado, aquello que no nombramos no se ve. Terry Pratchett tiene claro que lo contrario también ocurre: otorgamos la existencia con el verbo, y basta como prueba toda la retahíla de dioses desde los tiempos más remotos. Lo que no deja de ser una bonita inversión de la creación cristiana en la que el verbo-dios crea todo: es el verbo del hombre quien crea un ser todopoderoso.

Intuyo así que el hombre genera ideas y cosas desde el lenguaje en un proceso complejo que no entiendo muy bien. A pesar de ello, creo que este proceso puede ser intervenido, no desde las alturas de un dictador, sino a través de una labor de zapa que excave por los intersticios entre la realidad y el lenguaje para dar luz a algo nuevo o modificar lo que tenemos.

Todo este rollo viene porque sospecho que la actual crisis, más allá de su dimensión económica, es en realidad ideológica. Es decir, de lenguaje. No padecemos un bache, sino que la crisis es la culminación de un largo camino en el que la batalla del discurso ha sido ganada hace tiempo por el capitalismo despiadado del neoliberalismo. El discurso en la política y demás poderes es único, amplificado alegremente por los medios, ese cuarto poder que en algún momento creímos que trabajaría para la ciudadanía. Hay que hacer lo que hay que hacer, repite sin atragantarse lo más mínimo en la tautología el gobierno de turno, como si la política no fuera replantearse el mundo que queremos y al menos elegir entre una gama de opciones.

El discurso triunfa porque está planteado en unos términos a los que resulta muy complicado oponerse. Sobre ello, entre otra cosas, reflexionaba Emmánuel Lizcano en Metáforas que nos piensan. La crisis es en primer lugar un fenómeno natural al que es imposible oponerse, como un terremoto; luego es una epidemia que se contagia y precisa de inyecciones de dinero. ¿Con qué cara negarle el rescate de un país a la deriva? O, saliéndonos de la crisis, ¿cómo estar en contra del desarrollo o el progreso económico? O, cambiando de registro, ¿cómo estar a favor de la piratería?

La falta de alternativas se siente cuando la más alejada oposición se atreve a hablar de "desarrollo sostenible" frente al modelo actual. Si podemos usar la misma palabra añadiéndole un adjetivo, tan en contra del sistema mismo no estaremos. Si no tenemos un problema de crecimiento, sino con el crecimiento mismo, tendremos que buscar otro término para otra realidad.

Habrá quien opine que no hace falta cambiar de palabras, que lo que hay que cambiar es su significado, que progreso, por ejemplo, no significa más que avanzar en una dirección y que basta con modificar la brújula para que el progreso cambie de rumbo. Yo creo que en una batalla de fuerzas tan desiguales, el enfrentamiento directo tiene pocas opciones de éxito. Como Lawrence de Arabia, se trata de buscar un cambio de perspectiva que haga de la plaza defendida un lugar inútil.

Cuando el 15-M —sea lo que sea eso— asegura no ser ni de izquierdas ni de derechas no es por falta de ideas, sino por considerar que ambos son discursos superados y fracasados (al menos para nosotros, para algunos ha sido un éxito incontestable). Lo que no quiere decir que no haya propuestas válidas en la izquierda o la derecha, sólo que como bloque no hay quien se lo trague. En este aspecto ha sido muy inteligente el 15-M en su esfuerzo por huir de las etiquetas, del enfrentamiento (que no del conflicto), para mostrar un espacio común en el que crear a partir de lo que nos une, en vez de debatir, como siempre, de lo que nos separa. Si la plaza está tomada por la policía, en lugar de enfrentarse a ellos para entrar, se cambia de lugar. Será por plazas. En definitiva, no es que no queramos aceptar las reglas del juego, es que no aceptamos directamente que la partida sea al juego que nos proponen (2).

Es lo que he echado en falta, poniéndome exquisito, en las protestas de Valencia encabezadas por el IES LLuís Vives de los últimos días, la frase integradora que recuerda a la policía que es pueblo y los manifestantes sus aliados, no sus enemigos, como tristemente cree el jefe de policía. Menos trinchera y más pasos a un lado en vez de al frente.

Es difícil salirse de lo ya pensado y transitar nuevos caminos. Como escribió Tony Judt, la mejor manera de medir el grado de esclavitud en el que una ideología mantiene a un pueblo es la incapacidad colectiva para imaginar alternativas. Nos cuesta horrores imaginar una sociedad distinta, pero no renunciemos a ella. Aunque costará, hay que hacer caso a Ángel González:

Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

Ya se ven algunos pasos en esta búsqueda. Destaca por ejemplo la recuperación del concepto de isegoría(3) como el derecho a intervenir en el discurso público en igualdad, frente a la mera igualdad de los votos (leyes electorales a medida a un lado). Encontramos asímismo la recuperación de procomún(4), aquello que pertence a todos sin ser público, es decir, del Estado.

Exploremos la realidad para recoger palabras nuevas con las que construir la nueva historia.

Notas:

1. Alguno pensará que es un orden de lectura un poco extraño. En efecto, a menudo errático, he leído libros de adultos en la niñez y libros infantiles en mi etapa adulta, pero es otro tema.

2. Perdonen que esté tan pesado con los enlaces a Fuera de lugar, pero es que Amador Fernández-Savater es una de las personas que mejor está pensando el 15-M. Pagaría por verle discutir con su padre, que en cambio parece comprender poco. Quien tenga tiempo puede pasarse por su entrevista para 15M.cc.

3. A manejar con cuidado. Antonio Elorza parece sugerir hacia el final que los intereses políticos y económicos censuran e impregnan toda la comunicación, salvo El País, resistente ahora y siempre al invasor.

4. Hacia el final se le va un poco con el rollo de utilizar el aire para enviar ondas cancerígenas con rendimiento económico, pero parece que no es fácil ser filósofo y mantener el rigor científico.

06 febrero 2012

Neorefranes

Tras los pasos del cometario del Molino de Ideas, pierdo el tiempo (¿quién dijo trabajo?) descubriendo neorefranes con su mezclador de refranes. Dejo aquí algunas de las perlas encontradas.

  • aunque la mona se vista de seda no le mires el diente
  • donde fueres haz lo que deseas
  • todos los caminos llevan a otro clavo
  • el pueblo unido jamás será tres meses de infierno
  • las desgracias nunca vienen muy pequeño
  • de tal palo tal la fuerza
  • no es oro todo lo que puedas hacer hoy
  • el diablo está en la viña del Señor
  • Dios los cría y el santo desconfía
  • cualquier tiempo pasado fue caro
  • si no lo veo aquí te mato
  • el pez grande se come al gato
  • si te he visto únete a él
  • de noche todos los gatos son todos
  • la unión hace la cabeza caliente
  • hasta el rabo amanece más temprano
  • el miedo es poco mordedor
  • rectificar es de bollos
  • si te he visto andamos
  • culo veo vive el hombre
  • culo veo sueños son
  • ¿no querías caldo? te sacarán los ojos
  • no hay mal que sobre
  • quien bien te quiere justifica los medios
  • el que no llora ha escampado
  • errar es mejor (que bien podría ser el nuevo lema de este blog)
  • nadie da duros al monje
  • lo difícil no es llegar, es ser agradecido
  • si no puedes con el enemigo aquí te mato

Yo no sé cómo esto no ha sido TT.

26 diciembre 2011

Tíos

Me encuentro con un amigo en la noche del 25. Le pregunto qué tal la comida de Navidad y me dice que bien, que se ha pasado toda la tarde intentando explicarle a sus tíos carcas qué es el 15-M. ¿Ah, sí? Yo me he pasado toda la tarde intentando explicarle a mis tíos progres qué es el 15-M.

Quizás eso es el 15-M.

21 diciembre 2011

Literatura y piratería

Escribir "arte" solo sirve como escaparate, para darte a conocer y ganar prestigio y que entonces empiecen a llamarte para colaborar en periódicos y revistas y conferencias y demás parafernalia y poder tener un sueldo mensual, con un poco de allí y otro de allá, medianamente digno. Sé "de primera mano" que casi ningún escritor vive de la novela (o poesía o lo que sea) con ese 10% (si llega) por ejemplar vendido al que habrá que restar agentes y similares (todavía más intermediarios, además de editorial, distribución, librero...). Por si fuera poco, muchos denuncian, con la boca pequeña, aquí todo el mundo pasa de follones y juzgados, que la editorial les chulea con el número de ejemplares vendidos, para pagarles todavía menos. Al estilo de lo que contaba Hernán Casciari en su TED: resulta que en un par de librerías de confianza ha vendido el 90% de lo que asegura su editora que ha vendido en toda Argentina y no tiene acceso a las cuentas oficiales. La solución de Hernán, que ya es medio conocido y está en internet desde los albores de los blogs, ha sido montarse su propia editorial en la que da el 50% del precio de venta al escritor. O como hacen Amazon o iTunes cuando editan directamente libros o canciones, que pagan un 70% al autor.

Olvidan a menudo los autores que las leyes de propiedad intelectual nacieron para protegerles de los abusos de editores, no de su público. Es decir, para evitar, en la medida de lo posible, que un tío se haga rico con su trabajo sin que ellos vean un duro. Pero ahí siguen muchos, llamando de todo a quienes se interesan por su obra y alabando el duro trabajo del chulo que les "protege".

Mientras, nadie parece valorar el hecho de que nos acercamos cada vez más al sueño del acceso gratuito y universal a la cultura. Luego habrá que ver cómo conseguir que los creadores puedan intentar vivir de su trabajo, pero no podemos seguir basando el negocio en el control de la escasez y las ventanas de negocio cuando todo está disponible a un clic con un coste despreciable.

En fin.