El otro día, hablando con unos amigos, alguien comentó una desgracia que le había ocurrido a un conocido común. Un segundo apostilló: "Eso es el karma". Como un tercero preguntara qué cosa era eso del karma (¿pero es que esta gente ni siquiera a visto My name is Earl?), el segundo se apresuró a contestar "que cuando haces cosas malas te pasan cosas malas". A todo el mundo le debió parecer una buena definición, porque nadie dijo nada, así que me vi obligado a intervenir para explicar que también "si haces cosas buenas, te pasan cosas buenas".
Dejando a un lado el que haya reencarnación de por medio o no -en la visión occidental no suele haberla-, me di cuenta por primera vez (lento que es uno) de que el karma es una versión del sistema de castigo/recompensa similar a la cristiana infierno/cielo. En este caso, con el infierno en la tierra. También me percaté de que la gente sólo se queda con la parte coercitiva, con el no te portes mal porque serás castigado.
Creo que es una idea representativa de la sociedad en la que vivimos, o tal vez de cómo es el hombre: parecemos necesitar una razón, a ser posible una fuerza externa que nos juzgue y castigue, para no dar por saco al prójimo. Es decir, que muchos irían haciendo mal a los demás si no temieran que tuviera alguna repercusión negativa sobre ellos mismos. Lo importante son las consecuencias de mis actos, pero, eso sí, las consecuencias sobre mí. Incluso me atrevería a aventurar que el otro lado de la moneda es posible, actuar bien únicamente esperando ser recompensado de alguna manera.
Lejos queda el hacer las cosas bien simplemente porque sea lo correcto, porque es lo que dicta tu conciencia, porque eres de ética kantiana y quieres que de tus actos se desprendan máximas universales. Buscamos unos latigazos o una zanahoria que nos lleven por el buen camino. Y si ya no creemos en el cielo ni en el infierno, por qué no traerlos a la vida diaria gracias al karma.