12 octubre 2009

Lavando voy, llorando vengo

Hasta la fecha he hecho dos coladas. Las dos me han costado lo mismo: 1€ y un calcetín. La primera vez tuvo gracia, aquello del tópico sobre los calcetines que se pierden en la lavadora y sobre todo que era un par viejo, con sus tomates y una esperanza de vida realmente limitada. Pero esta segunda la víctima ha sido uno de esos calcetines gordos y calentitos para los días de invierno, me iba a venir bien en este norte inclemente.

¿Qué hago para la próxima? ¿Meto uno de los calcetines desparejados esperando que valga como sacrificio a los dioses del tambor? ¿Hay alguna esperanza de que encuentren a su media naranja desaparecida? ¿Qué utilidad tiene un calcetín solo?

4 comentarios:

Segundo de Chomon dijo...

Que mal lo del calcetín con tomates, sobre todo al respective del final de una noche loca, donde la bella dama descubre en el previo ritual que su amante calza unos andrajosos calcetines agujereados. He visto a más de uno expulsado de la cama de formidables señoritas que se mostraban ofendidas ante tal abyección. Yo solo aviso.

Timoteo dijo...

Por eso los tomates son para esos días en los que sabes que no habrá ninguna posibilidad de intimar con demoiselles (que los hay). Y por eso todos guardamos unos calcetines y unos calzoncillos buenos para los días en que nos presentimos afortunados. Hasta que nos emparejamos y descubrimos que no toda su lencería es de fantasía (léase Alta Fidelidad para un tratamiento más extenso del asunto).

Luis dijo...

No lo veas como un calcetín perdido. Míralo como una oportunidad de abandonar las rígidas reglas sociales o estéticas que establecen que los dos calcetines que uno se pone deben ser iguales.

Acerca de los tomates... yo he aprendido a coserme los calcetines. En un país como en el que estoy nunca sabes cuándo tendrás que descalzarte.

Timoteo dijo...

Me gusta tu enfoque. Tal vez en unas pocas coladas más me haya convertido en todo un anarquista.