Dicen que ir a la universidad es una experiencia que te cambia. Tras cuatro años de carrera, puedo dar fe de ello: he engordado diez quilos -la mitad en el último semestre-, he desarrollado una miopía que me ha llevado a tener que ponerme gafas y cada vez dejo más pelos en la bañera.
Qué ganas tengo de acabar.
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