Por alguna razón, la gente tiende a pensar que las injusticias, como la sabiduría, es algo que está lejos: en África, en América; como mínimo en el pueblo de al lado o en otro barrio de la ciudad. Por tanto, para combatir la injusticia hay que irse a educar a los pobres indios de Iberoamérica, a llevar comida a los negritos en el corazón de África, a poner paneles solares para que los nepalíes se duchen con agua caliente.
Parece que la cosa está siempre en la disyuntiva o no hacer nada o enrolarse en una ONG. O eres un maldito egoísta o socorres a los más necesitados. No voy a despreciar las loables acciones de la gente que gasta su tiempo y dinero en ayudar a los demás. Sin embargo, ésa no es la única forma de cambiar el mundo. De hecho, no estoy seguro de que sea una forma de cambiar el mundo, sino sólo (nada menos) pequeños parches en una sociedad enferma a muchos niveles. Para mejorar realmente hay que hacer una revolución desde abajo. Hay que combatir las injusticias desde el día a día. Hay que ser radicalmente bueno.
La verdad, no sé si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Lo que sí sé es que los hombres malos han tomado las riendas de nuestra sociedad y nos han convencido de que para ascender hay que ser un hijoputa. Rebélate contra esa idea. Sé bueno con los que te rodean, derrocha comprensión y justicia hacia los que tienes bajo tu poder, no dejes que el cabrón de tu jefe se salga con la suya. Triunfa sin hacer concesiones al lado oscuro. Y si alguien te echa en cara no ayudar al mundo, confiésale que eres un infiltrado, que perteneces a un grupo secreto que está instaurando el bien desde dentro.
2 comentarios:
Natalia y yo estamos emborrachándonos y leyendo tu blog, y reconocemos estar entusiasmados con esta entrada. ¡Rodarán cabezas!¡Vive la révolution!
De entrada, me encanta que un comentario firmado por Natalia comience diciendo "Natalia y yo".
Si además lo mejor que tenéis para hacer un sábado de madrugada y borrachos es leer este blog, es como para empezar a preocuparse. Seguro que cuando recuperasteis la sobriedad os prometisteis no volver a hacerlo más.
En cualquier caso, no andamos tan sobrados como para rechazar compañeros revolucionarios. ¡A por ellos, tovarisch!
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