29 octubre 2009

El gallo

Parece ser que por un juego de palabras entre gallus (gallo) y Gallus (galo) que los romanos iniciaron para meterse con los franceses -por aquello de que es un animal que está todo el día por el suelo picoteando entre la mierda pero que camina como si fuera el rey del mundo-, el bicho se convirtió en símbolo de Francia, especialmente a partir del Renacimiento. Supongo que ellos mismos lo verían como una descripción acertada, o tal vez algún listo interpretó la comparación a su manera. El caso es que, tras la Revolución, el ave llegó a luchar con el águila como símbolo imperial. Y me dicen que un "cocorico" (versión francesa del canto del gallo) puede ser interpretado como un grito patriótico.

M es uno de los pocos franceses que he conocido en este mes largo que llevo aquí. La verdad es que hacer una semana de integración para Erasmus en la que sólo participan los extranjeros no tiene mucho sentido. Nos integramos entre nosotros, vale, pero no sirve para conocer a los nativos. Y claro, ellos en clase ya tienen su grupo de amigos y no se muestran muy interesados por los de fuera, que al fin y al cabo ya hemos encontrado alguno con quien charlar en los descansos.

M, que es de primer año y de provincias, es decir, tan nuevo en París como nosotros, vino a sentarse a nuestra mesa uno de los primeros días. Imagino que el hecho de que esté estudiando español le animó. Creo que a ninguno nos cae bien, por su aspecto de chulo poligonero (somos unos superficiales) y por sus maneras de pulpo en la fiesta, donde siempre se las apaña para quedar entre ti y la chica con la que estabas hablando, convirtiendo la conversación en un diálogo de dos; una vez que ha conseguido aislar a una cierva, siente una necesidad imperiosa de acercarse y sus manos tardan décimas de segundo en establecer contacto físico. La operación puede repetirse cada cinco minutos con ejemplares diferentes -o repitiendo- sin que el individuo manifieste el más mínimo sonrojo. Inexplicablemente, a pesar de las continuas muestras de desafecto -algunas más explícitas que otras- el tipo insiste en venir con nosotros.

La otra noche hicimos fiesta en la cocina, lugar habitual para estos encuentros, pues es la única sala común que tenemos. M apareció con su pose de gallo portando una botella de whisky y dos vasos de chupito (chupitazo king-size, según la opinión del que escribe), retando a los presentes a beber con él al estilo francés, o sea, trago y luego bombón. El primero en aceptar fue un español: se bebió su parte impasible el ademán y cuarto de hora después se comió el chocolate por gusto, mientras M enrojecía y lloraba a lágrima viva. Por si no fuera suficiente escarmiento, el francés fue a por más. Esta vez el guante lo recogió un italiano, que también se bebió su whisky sin exteriorizar grandes tensiones. M tuvo que salir de la habitación para evitar la humillación definitiva.

Yo, mientras, como soy más malo que la quina (?), me partía de risa. Estos gallos...

1 comentario:

Luis dijo...

Están por todas partes, y siempre son iguales. Afortunadamente de vez en cuando sale alguno bueno (1 de 50) :). No desesperes. Es normal no comprender a la gente. Quizá dentro de cuatro meses más te habitúes. Hasta entonces, ¡suerte!