18 abril 2006
Entre tanto, remar
Es posible que últimamente escuche demasiado a Nacho Vegas. También es cierto que he dado una vuelta de tuerca más a la interpretación de sus canciones. Primero, la alegre tristeza que desprenden muchas de sus composiciones, música alegre y letras tristes. Segundo, amargura: todo tiene un brutal toque irónico, más cercano al sarcasmo o la sátira, que no deja títere con cabeza, empezando por él mismo (uno mismo), todo desprende un polvo gris, cualquier cosa buena esconde una mala. Sería difícil sobrevivir en semejante mundo si no fuera por los viajes al jardín de la duermevela. Ahora, esperanza. Quizá sea distanciamiento personal, quizá forme parte de las propias palabras, del propio distanciamiento necesario para escribir tan desde dentro, pero tras esa amargura se esconde una suerte de fatalismo vitalista, o vitalismo fatalista, si es que una conjunción tan extraña se puede dar. Aunque espere que tras esta vida no haya nada más, aunque lleve tatuado en el pecho PERDEDOR, aunque no haya droga capaz de matar todo ese dolor, lo ha pasado bien y ha trazado un ambicioso plan, que consiste en sobrevivir (dicen que en el amor siempre hay un vencido y un vencedor, pero no hay más que supervivientes). De todas formas, no es tan largo el camino ni tan lento el dolor. Y, entre tanto, remar.
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