No suelo hablar por aquí de deportes, menos de fútbol, pero tras tres intensas semanas de partidos del siglo parece que algo hay que decir. Empecemos por lo básico. El Barça es seguramente el mejor equipo del mundo. El Barça tiene al mejor jugador del mundo. El Barça tiene una política envidiable de apuesta por la formación y promoción de la cantera al primer equipo. Es lamentable que el Madrid salga a intentar ganar 0-0 tres de los cuatro partidos. Es lamentable Mourinho en prácticamente toda su mourinhidad. Es lamentable que la estrategia mourinhista pase por poner un defensa más, como centrocampista y que encima sea un cabestro de la talla de Pepe.
Ahora bien. Como aficionado al deporte de sofá, me jode enormemente la actitud victimista del Barça. Que un equipo de presupuesto millonario, con giras anuales por las Américas, el Oriente lejano y el próximo se presente como equipo pequeño es de risa. Que critique la política de fichajes del Madrid un club que hace un par de años consagró uno de los pufos de la década con el fichaje de Chigrinski, el defensa llamado a reforzar definitivamente al equipo y que nadie vio jugar; un club que realizó el que seguramente sea el fichaje más caro y más fracasado hasta el momento (mucho peor que un cáncer del caché de Kaká) con la compra de Ibrahimovic por un pastizal más Eto'o, uno de los delanteros del momento, para volver a malvender al bueno de Zlatan al verano siguiente; un club que ganó al Madrid en la puja por Villa la temporada pasada, juega a presentarse como si fuera prácticamente el Alcoyano.
Y esto se acaba traduciendo en la actitud en el campo. Además de jugar como los ángeles, tener unos jugadores capaces de regatear en una baldosa, hacer pasar un balón por el ojo de una aguja y saber siempre dónde tienen que estar para hacer daño al contrario... les sale cierta afición al teatro. Ya no hablamos de exagerar el dolor causado por una patada del contrario, ni de evitar hábilmente dicha patada a la vez que caemos para que el árbitro crea que en efecto nos han atizado. Hablamos de fingir agresiones, de ver acercase a un contricante y llevarnos las manos a la cara como si nos hubieran roto la nariz, de entrar a por un balón dividido, perderlo y pretender que el otro nos ha clavado los tacos en la rodilla. Etcétera. Ay, ay, señor colegiado, castíguelos, que osan disputar nuestro inmaculado título de El Fútbol. Me jode especialmente cuando el que finge tan miserablemente es un tipo que en la jugada anterior y en la siguiente reparte estopa sin pestañear como Busquets. Le pasa lo mismo en la selección española. O Mascherano. Si das hostias como panes, no te quejes cuando las recibas. Pero, sobre todo, no te inventes que las recibes. Es muy poco elegante.
Sospecho que un buen árbitro inglés los hubiera mandado a paseo hace tiempo, pero así es el deporte: el juez también juega. Incluso cuando se equivoca del mismo lado con cierta asiduidad, suele ser que algo hay, que algo hace en el campo el equipo favorecido para que eso suceda. Seguramente el Barça también hubiera alcanzado la final europea sin la expulsión de Pepe en el primer partido o con el gol anulado a Higuaín en el segundo. Pero no deja de ser curioso que un equipo que se cree tan superior, a pesar de toda su falsa modestia, enfrentado con El Mal, El Antifútbol, en una serie de cuatro partidos, solo haya sido capaz de ganar uno, por un poco contundente dos a cero tras una discutible roja directa, haya perdido otro y empatado los restantes. La realidad y los resultados a veces son poco sensibles a la estética.
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