Me encuentro en mi pueblo, acudiendo a una clase de inglés (manda huevos, no saben hasta qué punto) con los más variopintos compañeros (es decir, gente de toda época y todos mis círculos sociales) cuando se desata la típica epidemia zombie. Sólo que, en este caso, no son simples zombies, sino zombies-coche. Por ese orden. Zombies con capacidad de automovilizarse. Algo así como transformers humanos.
De repronto, me encuentro con Rinzewind en el cuerpo de Rincewind. Sin túnica ni sombrero puntiagudo, pero sé que es él. En cambio no sé qué rayos hace allí (es un decir), tal vez esté cubriendo para el Manifestómetro la concentración de zombies. Le saludo como un fan y le cuento que también escribo en blogs.
Cada vez quedamos menos. Las hordas infectadas nos van sitiando, hasta que irrumpen en nuestro último bastión y nos acorralan contra un muro tras el que hay un precipicio (por si acaso). Se regodean en la situación, pues, y ésta es mi gran aportación al género, los jodíos saben hablar. El cabecilla inicia una sádica cuentra atrás con la que nos van comiendo el poco espacio que nos queda antes de tocar la pared. Yo no estoy asustado porque sé que voy a escapar. Cómo lo voy a hacer, ni idea, pero sé que lo conseguiré. Tal vez sea conciencia de protagonista.
Y justo cuando se cumple el implacable plazo y se cierne sobre nosotros la no muerte, cómo no, suena el despertador.
Me he quedado acojonado. No por el sueño, pues ya digo que no tenía miedo y encima molaba un puñao. Acojonado por el hecho de que yo, o mi cuerpo, supiese exactamente cuándo iba a dispararse la alarma del despertador y crease una historia cuyo final coincidese con ese momento. Podrán decir: "bah, te suena siempre a la misma hora y ya estás acostumbrado". Pero es que no estaba en mi cama. No, lo siento, malpensados: en mis delirios febriles previos al sueño me había ido a la cama de mis padres para rememorar, aprovechando su viaje, aquellas enfermedades de la infancia.
Así que, vale, podía saber a qué hora sonaría, pero no deja de tener mérito saber cuándo iba a sonar. Viva mi reloj interno.
1 comentario:
Este... es para hacérselo mirar, ¿eh? :D
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